Ayer fue una noche lluviosa. De hecho este ha sido un invierno muy lluvioso! Mi novio pasó por mí al trabajo para ir en busca de un DS y de ahí a cenar. Con paraguas bajo la lluvia, entramos a la Plaza de la Tecnología. Ya desde ahí, el olor a frituras como de Kentuky y los hotdogs de 3 x $30 servidos por un chico tatuado, comenzaron a alborotar al estómago de mi noviecito. Y también a mí. Me llamó la atención ver a la gran mayoría de los jugadores de cartas todos vestidos en tonos oscuros, como si fuera un uniforme para los amantes de mangas.
Cuando llegamos al auto, comenzamos a decidir donde comer. El decía que moría de hambre y yo no estaba hambrienta pero quería saborear algo rico. Así que cada uno puso su propuesta: Taco Arabe, Kentuky o Burguer King, las de él; y Vips, O´Taco o tacos por nuestra colonia, las mías. Bueno, el título tiene al ganador.
En opinión de mi novio, no hay muchas opciones ricas para él, pues prefiere la carne y comer abundantemente, y por lo mismo que gasta en sus restaurantes favoritos, en Vips se reduce la porción de comida. En cambio a mí me gusta por la variedad de paquetes y guisos en un lugar agradable. Ya saben, el climita, la decoración. Además de que para desayunar hay combinaciones muy ricas, lo mismo que para los almuerzos. Aunque, como confirmé ayer, para las cenas no manejan opciones muy atractivas. Los paquetes, que me encantan porque traen todo, no lucían apetitosos, ni para mí. Y he probado las dichosas arracheras y saben acartonadas, casi sin sabor. Por lo que tengo muy presente que este restaurante no es para ir a comer carnes, sino combinaciones de guisos. Las últimasveces que desayuné ahí, hace un mes, me atiborré de crepas con philadelphia y zarzamora, crepas con pollo en salsa suiza, crepas con cajeta, nuez y plátano. Dios mío, solo de decirlo!! Ya siento que me hace falta ir por el resto del menú! Bisquets con durazno y crema, tostado francés con fresas. Lo dulce me fascina y las harinas son mi adicción. En cambio a mi novio no le gustan las frutitas.
En fin, acordamos que entraríamos, veríamos el menú, pediríamos un café rellenable, que está rebien para pasar horas platicando, leyendo o escribiendo, y si nada nos parecía, cruzaríamos a La Palapa! Otra muy buena opción, pero yo no quería comer dedos rellenos ni cosas así. Quería un guiso. Y lo encontré rápido: Un pozole tradicional por $76 pesos! El, se conformó con un Pepito de Arrachera por $105 pesos. Ambos tomamos café americano. $19.50 pesos cada uno. $1 peso más de lo que indicaba la carta! Por poco lo reclamo a razón de mis estragos hormonales mensuales, pero él me contuvo. Gracias a Dios.
El pozole me gustó. Con sus rabanitos, orégano, limoncito, romanita y cebollita. Ya venía con el picantito integrado. El, en cambio, lamentó que su tortita solo tuviera unos trocitos de arrachera. Aunque con tanto pan, seguro se llenaba.
El servicio fue muy lento. Parecía que solo había una mesera para todo el restaurante. Se tardaron en tomar la orden, en pasarnos los mantelitos de paquetes, en hacernos caso cada que queríamos algo, como el limón y el orégano.
Al principio, él y yo, comenzamos un poco mudos. Recordé los tiempos cuando empezábamos y no parábamos de hablar. De principio a fin éramos dos periquitos. Ahora, con dos años de convivencia, pues parecía que no había mucho que platicar por horas. Pero luego del primer café, tras observar en la mesa de enfrente a cuatro estudiantes, comenzamos a revivir nuestros episodios en la secundaria y la prepa. El me contó cómo le tiraban el calzón las muchachitas, ya fuera jugando basket, que una incluso le jugó la reta sin brasier, y otra que sentada frente a él en un fiesta, abrió sus piernas para que él mirara al interior. Dios! Qué bueno que no fui su novia en ese entonces, habría sufrido paranoia por acoso hacia él. Yo, por mi parte, recordé cuando en la secundaria andaba con dos amigas más y cómo nos gustában los de tercero cuando nosotras estábamos en segundo, cómo competíamos por gustarle justo a ese que nos gustaba a las tres.
Entre recuerdos, y una bomba de condimentos que me hizo abandonar la mesa un momento, se nos fue la cena y la lluvia. Lo amé cuando comenzó a platicarme de sus temores y aspiraciones en su negocio, sus preocupaciones y metas. Es tan lindo mi novio, y tan encantador. Sí, claro. Estoy enamorada. Pero él es lindísimo.